Quizá no sea más que un rasguño.
Willow Randall observa a la chica que está sentada frente a
ella. Hay quien se fijaría en
ella porque es guapa. O por su espléndida melena pelirroja.
Si los chicos de la clase se
fijaran, verían cómo se le transparenta el sujetador a
través de la camiseta. Sin
embargo, Willow no puede apartar los ojos de otro detalle:
una herida de un rojo intenso que debe medir algo más de cinco centímetros y le
atraviesa el brazo desde el
codo hasta la muñeca. Si se fija bien, incluso le parece ver
restos de sangre seca.
¿Cómo se lo habrá hecho? No parece ese tipo de chica.
A lo mejor tiene un gato. Un montón de gatitos.
Sí, eso es. Así es como se lo ha hecho, jugando con su gato.
Willow se desploma en su asiento, pero su actitud no ha
pasado desapercibida. La chica se gira hacia sus amigas y empieza a susurrar.
Shhhhhhhhh...
¿Qué estarán diciendo?
Willow mira a las otras chicas con inseguridad. Le da mala
espina que hablen de ella y está bastante segura de lo que estarán diciendo.
Esa es la que no tiene padres. No. Es la que mató a sus padres.
Los cuchicheos de las chicas le recuerdan el crujir de las
hojas secas. Willow siempre ha odiado ese sonido. Tiene que luchar para no taparse los
oídos con las manos. No quiere llamar más la atención sobre su persona. Pero tampoco
puede hacer nada para
parar el torrente de ruido que sale de sus bocas.
Shhhhhhhhhhhhhhhh...
Willow se levanta bruscamente. Uno de los cordones se le
enreda con la pata de la silla y pierde el equilibrio. Sus libros caen armando un tremendo
escándalo y Willow aguanta su pupitre intentando mantenerse en pie.
Silencio absoluto. Todo el mundo la mira.
Se da cuenta de que le arden las mejillas y se gira hacia
las chicas que estaban cuchicheando.
—¿Willow? —La voz de la señora Benson suena intranquila.
Parece que no está
fingiendo, realmente está preocupada.
Es una buena profesora. Es buena con los niños gordos, y con
los que tienen granos.
¿Por qué no con los niños huérfanos? ¿Por qué no con los
asesinos?
—Yo... —Willow se pone de pie lentamente—. Yo... quería...
ir al baño. —Las mejillas le arden. Se avergüenza de su torpeza, y del modo en que ha
mirado a aquellas chicas.
Y... ¿no se le habría podido ocurrir alguna excusa
diferente?
La señora Benson asiente, aunque con una mirada titubeante,
como si sospechara algo.
En este momento a Willow ya no le importa nada. Solamente
puede pensar en huir rápidamente y dejar atrás todas aquellas sonrisitas
arrogantes. Recoge sus libros y la mochila, y en cuanto atraviesa la puerta empieza a correr
pasillo abajo.
No, espera. No se permite correr por los pasillos. Frena y
se pone a caminar. Eso es lo último que necesita, que la trinquen por algo tan estúpido
como correr por los pasillos.
El baño huele a tabaco. No hay nadie. Bien. La puerta de uno
de los baños se balancea medio abierta. La cierra de un puntapié y baja la tapa del
inodoro antes de sentarse.
Busca algo dentro de su bolsa. Se exaspera al no encontrar
lo que necesita tan desesperadamente. ¿Y si se le ha olvidado? Cuando está a
punto de abandonar toda esperanza y ponerse a aullar como un perro, sus manos
encuentran el deseado metal.
Con los dedos se asegura de que esté bien afilada. Perfecto,
es una cuchilla nueva.
Las voces de las chicas resuenan en su interior. Su clamor
le hace perder todo atisbo de razón. Se sube la manga.
El pinchazo de la cuchilla acaba con el ruido. Hace
desaparecer el recuerdo de sus miradas inquisitivas. Willow se mira el brazo y observa la
vida que surge de él.
Pequeños hilos de fluido rojo que se convierten en grandes
peonías.
Peonías como las que solía plantar mi madre.
Willow cierra los ojos, como bebiendo el silencio. Su
respiración es más profunda con cada incursión de la cuchilla. El silencio reina a su
alrededor. No como cuando tropezó en clase. Ahora suena puro y perfecto.
Algo que duele tanto no es que te haga sentir bien
exactamente. Es más la sensación de que está bien, que es lo correcto. Y algo que está bien
no puede ser malo. Tiene que ser bueno.
Es bueno. Es mejor que bueno.
Es mejor que con cualquier tío.
Mejor que la leche materna.
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